jueves, 5 de abril de 2012

El regalo más grande

Sábado, 24 de diciembre de 2010. Hora:18:46

Vísperas de Navidad. Todo sigue la misma rutina de siempre. Bueno no, hoy está lloviendo, por lo demás, todo sigue igual. Gente que corre de un lado para otro buscando, el regalo que tanto le ilusionaría a ese familiar querido, niños pequeños pasean felices por el parque, mientras pisan los charcos que deja la lluvia en su camino y cuentan las horas que quedan para que Papá Noel les deje en el árbol de navidad, ese regalo tan deseado. Todas las calles están preparadas para la llegada de la navidad...

Ahora, me encuentro en la terraza de casa, observando la ciudad a través de la cristalera que impide el paso a la lluvia. Doy un sorbo de café y sigo escribiendo en mi diario. ¡Que extraño! Son ya casi las siete, está atardeciendo y todavía no me ha llamado, siempre suele llamarme a a las cinco. ¿Le habrá pasado algo? ¡No, ya sé! Si no recuerdo mal, ayer me dijo que hoy iba a estar todo el día ocupado, ayudando a su madre con las últimas compras navideñas. Será eso. Decido seguir adelante con mi texto. Esta noche es nochebuena, así que mañana iré a visitar a mamá y le llevaré un ramo de rosas rojas muy, muy grande (las rosas rojas son sus flores favoritas, o por lo menos lo eran antes) ¡Qué rápido pasa el tiempo! Ayer amanecí sentada a la orilla del mar y hoy, aquí estoy, cubierta con una manta de arriba a abajo y observando la lluvia de invierno caer. Como iba diciendo…sí, hoy es nochebuena, la noche en la que se supone que la familia se reúne alrededor de la mesa y cada uno, cuenta cómo le ha ido el año y los propósitos que tiene para el próximo. Pero hoy, para mí, es un día como otro cualquiera. No hay nada de especial en este día, salvo los recuerdos de otros años anteriores. Me gustaría estar rodeada del cariño de mi familia, pero ellos no se encuentran aquí presentes, conmigo. Me gustaría tanto que me acompañaran en estos días…

¡Vaya! Ya ha dejado de llover. Incluso puedo ver el arco iris. Que bonito es. Bueno, más vale que me de prisa o no llegaré a abrir la puerta de casa. Acaban de tocar el timbre. Hago una breve pausa (dependiendo de la confianza que tenga con la persona que se encuentra detrás de la puerta) y más pronto o quizá un poco más tarde, regresaré para seguir contando los sucesos de mi día a día.

Lunes, 26 de diciembre de 2010. Hora: 11:30

He de justificar por qué he tardado tanto en escribir, se supone que sólo iban a ser una o dos horas como mucho las que estuviera atendiendo a mi visita. A eso se debe, a mi visita. Lo contaré todo tal y como pasó.

Después de dejar mi diario sobre la mesa, y darle el último sorbo a mi taza de café, corro hasta el recibidor y, no sin antes mirar por la mirilla, abro la puerta. ¿Lucas? ¿Qué haces aquí? ¿No se supone que tendrías que estar ayudando a tu madre con las compras de navidad?, no me esperaba su visita y menos a esa hora de la tarde, se supone que tendría que estar preparándose para la cena de nochebuena. Él, no contesta a mis preguntas, simplemente me dice que coja las llaves del coche y que confíe en él, que me tiene preparada una sorpresa. Yo, aunque un tanto nerviosa por la situación, me dejo llevar. Me da media vuelta, con la mayor delicadeza posible, como si de una muñeca de porcelana se tratase, y deja posar sobre mis ojos un minúsculo antifaz, lo suficientemente pequeño como para cubrir mis ojos. Entonces, me coge de la mano. Yo se la agarro con fuerza. Bajamos por el ascensor del edificio. Le presiono con mayor fuerza la mano. Llegamos al garaje, nos dirigimos al coche y al oír el "click" que indica que el coche ya está abierto, con su ayuda, entro en él. Después, entra Lucas.

De camino al ansiado lugar, escuchamos nuestra canción favorita y la cantamos una y otra vez, sin cansarnos de escucharla. Tardamos una media hora o así en llegar. Salimos del coche y le espero de pie, sin saber donde nos encontramos, sin saber donde nos dirigimos en estos momentos. Mientras, él termina de aparcar el coche. Escucho el ruido de la puerta al cerrarse. Se aproxima a mí, me coge una vez más de la mano, y pasamos por una especie de campo de...¿trigo? Sí, eso es lo que noto al roce de mis manos con las numerosas espigas. De pronto, nos detenemos. Mete una llave, en lo que se supone que será la cerradura y abre una puerta. Me suelta la mano y poco a poco, me va quitando el antifaz, descubriendo todo lo que se encuentra a mi alrededor.

Todo es precioso, absolutamente todo. Sin apenas notarlo, dos lágrimas me caen suavemente por las mejillas. Estamos en una cabaña, rodeada de trigo y diminutas bombillas de colores por todas partes. En medio de la habitación hay una chimenea, y en una esquina, hay un árbol de Navidad muy alto y muy bien decorado ¡Anda, hay un regalo! ¿Qué será?-me pregunto. Al lado de la chimenea, hay una cama con pétalos de rosa. Él me coge de la cintura y me arrastra suavemente hacia él, le doy un beso apasionado y le abrazo con todas mis fuerzas…. Me coge la mano y me guía hasta la chimenea, donde nos sentamos. Entonces, coge el regalo y me dice que ése, era su regalo de navidad para mí, para su princesa. Le digo que yo no le he comprado nada y que no puedo aceptarlo, pero él me da un beso y sonríe. Lo abro poco a poco y al fin consigo deshacerme de todo el papel. ¡Es una foto de nosotros dos! (Recuerdo que nos la hicimos el verano pasado, mientras disfrutábamos de unas merecidas vacaciones en la playa) Y detrás, pone algo. Lo leo: Para que todos los días, al despertarte, mires esta foto y te acuerdes de sonreír, de mostrarle al mundo tu enorme y preciosa sonrisa. Mi princesa, no olvides lo mucho que te quiero y que nos quedan por compartir miles de momentos como aquel día en la playa. Le abrazo con fuerza. Nos tumbamos en la cama y tapados con la manta y sumergidos en el calor que desprende la chimenea, nos quedamos dormidos, casi sin quererlo, mientras miramos las estrellas.

Amanecemos abrazados. Le miro. ¡Me encanta su sonrisa! Podría quedarme así por el resto de mis días. Nos damos una ducha rápida en el baño y volvemos a casa. Pero antes, vamos a hacerle una visita a mamá. Compramos un ramo muy grande de rosas rojas y se lo dejo puesto, muy bien acomodado, en el trozo de mármol que lleva su nombre. Le recuerdo lo mucho que la quiero y la hecho de menos y antes de irnos, le cuento como han sido este año las navidades. Le cuento lo ocurrido la noche anterior y que han sido las mejores navidades de mi vida, excepto por su ausencia de todos los días. Nos despedimos de ella y nos vamos a casa. Cuanto la echo de menos....

Y esto es todo lo que pasó. Tal y como sucedió. Antes de poner fin a mi diario por hoy, he de decir que este año he pasado las mejores navidades de mi vida y que mi mejor regalo de navidad, ha sido tener a alguien como Lucas a mi lado, que me de cariño y que me cuide, y saber que su compañía la voy a tener por el resto de mi vida.

"Todos los días de mi vida"

Mi teoría es sobre los momentos. Los momentos que impactan. Mi teoría es que esos momentos impactantes, esos destellos de gran intensidad que ponen patas arriba nuestras vidas, son los que acaban definiendo quiénes somos. La cuestión es, que cada uno de nosotros es la suma de todos los momentos que hemos experimentado con todas las personas que hemos conocido. Y son esos momentos los que conforman nuestra historia, como nuestra lista de grandes éxitos particular de recuerdos que reproducimos y volvemos a reproducir en nuestra mente una y otra vez. Un momento de amor total, físico, mental y de cualquier otro tipo de amor. Pues esta es mi teoría, que esos momentos impactantes definen quiénes somos. Pero lo que nunca me había planteado era ¿ y si un día ya no pudieras recordar ninguno de ellos?Un momento impactante. Un momento impactante cuya capacidad de cambio tiene un efecto expansivo que va mucha más allá de lo predecible. Que hace que algunas partículas choquen entre sí y acaben acercándose más que antes. Y que manda a otras girando sin parar hacia nuevas aventuras, aterrizando donde jamás pensaste encontrarlas. Sí, eso es lo que pasa con esa clase de momentos, que no puedes, por mas que lo intentes, controlar como te pueden afectar. Sólo puedes dejar que esas partículas que colisionan aterricen donde puedan y esperar hasta la siguiente colisión.